Llevaba horas caminando por el bosque, ya que no tenía sentido correr, cuando llegué a un claro por el que pasaba un riachuelo. Me agaché y metí la mano en su interior para beber. El agua estaba fría pero la necesitaba, necesitaba de su abrazo y de su frío en mi interior. Me lavé la cara con violencia y me qué mirando a mi propio reflejo en el agua, que se agitaba bruscamente por mi intervención.
Cuando me puse en pie y miré al frente volví a verla. Estaba sobre una roca, mirándome. Ya no miraba al cielo, me miraba a mí. Me acerqué muy despacio, sin hacer ningún movimiento que pudiera hacer que volviera a salir corriendo y, cuando estaba lo suficientemente cerca de ella como para oler que estaba allí, me detuve y la hablé lentamente.
- Hola. -le dije- ¿Porqué has salido corriendo antes? No voy a hacerte daño... -iba a seguir hablando pero me interrumpió-.
- No está aquí -dijo muy seria-.
Me quedé paralizado por sus ojos. Me miraban relajados y casi tristes, pero podía sentir la violencia en aquella belleza, la ira en su rostro impasible y perfecto.
- No, no sé de qué me hablas. -le repliqué- ¿Quién no está aquí?
- No está aquí -repitió de nuevo-.
- Oye, yo... no sé de qué hablas, estaba...
- ¡No está aquí! -gritó tan fuerte que todo su cuerpo tembló al hacerlo e hizo que yo también me estremeciera- Éste no es su sitio.
- Pero... -no pude terminar. Cuando me di cuenta, ya no estaba allí, otra vez, y estaba solo ante una piedra que se bañaba en un hilo de agua cristalina.
Todo era muy raro y mi tiempo se acababa demasiado rápido como para comprender cuál era la realidad. Tenía cosas que hacer y, si bien la primera vez sabía dónde había encontrado a la chica, ahora no estaba muy seguro de dónde estaba. Tras horas corriendo entre árboles, todo lo que me quedaba encima era cansancio. Ni siquiera tenía mi mapa ni la brújula. ¿Qué podía hacer?
Cuando me puse en pie y miré al frente volví a verla. Estaba sobre una roca, mirándome. Ya no miraba al cielo, me miraba a mí. Me acerqué muy despacio, sin hacer ningún movimiento que pudiera hacer que volviera a salir corriendo y, cuando estaba lo suficientemente cerca de ella como para oler que estaba allí, me detuve y la hablé lentamente.
- Hola. -le dije- ¿Porqué has salido corriendo antes? No voy a hacerte daño... -iba a seguir hablando pero me interrumpió-.
- No está aquí -dijo muy seria-.
Me quedé paralizado por sus ojos. Me miraban relajados y casi tristes, pero podía sentir la violencia en aquella belleza, la ira en su rostro impasible y perfecto.
- No, no sé de qué me hablas. -le repliqué- ¿Quién no está aquí?
- No está aquí -repitió de nuevo-.
- Oye, yo... no sé de qué hablas, estaba...
- ¡No está aquí! -gritó tan fuerte que todo su cuerpo tembló al hacerlo e hizo que yo también me estremeciera- Éste no es su sitio.
- Pero... -no pude terminar. Cuando me di cuenta, ya no estaba allí, otra vez, y estaba solo ante una piedra que se bañaba en un hilo de agua cristalina.
Todo era muy raro y mi tiempo se acababa demasiado rápido como para comprender cuál era la realidad. Tenía cosas que hacer y, si bien la primera vez sabía dónde había encontrado a la chica, ahora no estaba muy seguro de dónde estaba. Tras horas corriendo entre árboles, todo lo que me quedaba encima era cansancio. Ni siquiera tenía mi mapa ni la brújula. ¿Qué podía hacer?
Tener cuidado. En nada que hayas visto Expediente X, los bosques son sitios peligrosos cuando aparece y desaparece gente en ellos.
ResponderEliminarparte III?
Habrá parte III, ya lo creo.
ResponderEliminarSi se me va tanto la olla como en EX me das un toque de atención, jeje.
Gracias por la visita.