Caminos cruzados

Me he despertado esta mañana con este relato en la cabeza y con ideas para continuarlo. Para que no me tocara mucho los huevos, lo he sacado rápidamente. No es que sea bueno, ni decente, ni malo, ni nada, es algo que me ha salido, muy extrañamente, así que es muy directo, visceral, sin correcciones (ni de estilo, ni formales, ni ná), pero me da la sensación de que puedo sacar algo de ahí y ya lo tengo medio pensado. Aquí os lo dejo y ya me diréis:

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¿Tienes fuego?
Sí, pero tira un poco mal.
El joven rebuscó entre sus bolsillos y sacó un encendedor pequeño de color verde que a duras penas lograba sacar una leve llama azulada.
Da igual, pon las manos… - mientras terminaba la frase, él ya había entendido por dónde iba y entre ambos consiguieron prender el cigarro. Ella dio una calada fuerte y se apoyó otra vez en el coche.
¿Tienes…?
Sí - sacó otro del paquete y lo prendió con el suyo -, toma.
Ambos dieron un par de caladas mirando a la carretera y, después de unos segundos, él hizo el ademán de empezar una conversación, pero terminó mirando hacia las nubes que se movían rápido por el cielo.
Dada la situación, casi prefiero que hablemos de algo – dijo ella y ambos sonrieron.
Te iba a preguntar que a dónde ibais.
¿Y bien? – respondió arqueando una ceja. Él soltó una pequeña carcajada mirando al suelo y tosió.
Vale, ¿a dónde ibais?
A León - Él se empezó a reír, torció la cabeza en otra dirección y volvió a mirarla.
¿Por aquí? Pero si por aquí se va a…
¿No me digas? No seas malo, que nos hemos equivocado.
Eso seguro – y empezó a reírse.
¡Serás cabrón! – le dio una palmada en el brazo, como de castigo cómplice.
Lo siento… lo siento, jo, es que es un desvío de la ostia – dejó de reírse y dio otra calada -. En fin…
Sí… - ambos se miraron un segundo y después buscaron otra cosa que hacer, él estirarse mientras bostezaba y ella mirar el móvil de su bolso.
¿Cuánto crees que ha pasado desde que empezaron? – le preguntó ella, y él se puso a mirar al cielo y a pretender escribir en una pizarra hecha de aire mientras decía frases sin sentido con la esperanza de arrancarle a su compañera una sonrisa.
Por la posición del sol… según el vuelo del mirlo… dividido entre la velocidad del viento… - lo consiguió - ¿media hora?
Ella frunció el ceño y se puso la mano que tenía libre en la cadera.
¿Tan mal te lo pasas conmigo?
No, en serio, no tengo ni idea – primero se preocupó por haberla ofendido, pero después asumió que no se lo habría tomado como una broma. Lo que era cierto es que no tenía ni idea del tiempo que había pasado. No tenían prisa, y en su situación actual, veía su conversación con la joven como una especie de burbuja ajena al espacio y el tiempo.
Diez minutos.
¿En serio?
Once ahora mismo.
Bueno, no se puede decir que fuera sólo un calentón, ¿no? – ambos rieron, ella tiró el cigarro al suelo y lo pisó.
¿Te jode mucho? – dijo ella cambiando su cara por una más seria, pero no menos atractiva para él.
¿El qué?
La situación – él también la cambió.
¿Y eso?
¿Y bien?
Pues hombre, ¿tú qué crees?
Nada, por eso te pregunto – es se dio cuenta, una vez más, de que ella no cedía mucho en las conversaciones de las que pretendía sacar algo.
Pues, eso, pues un poco.
¿Un poco?
Me refiero a que no me gusta estar aquí esperando… quiero decir, que no me importaría haber hecho lo mismo contigo, supongo… - empezaba a no conectar bien las frases en su mente y sabía que estaba dando vueltas a ideas sin decir las cosas claras para que ella completara en su mente y le detuviera, pero no parecía dispuesta a frenarle en su caída – sabes, suponiendo que hubieras querido… pero que lo mismo da, que no tiene sentido hablar de eso.
Te has puesto rojo – en cierto sentido, a él le dio la sensación de que ella estaba disfrutando. En cierto sentido, era completamente cierto.
¡Qué va! – ella rió.
En ese momento, su móvil empezó a sonar, lo sacó del bolso, miró quién le llamaba y le miró. Él ya sabía quién era, pero no dijo nada.
Hola, cari… - se alejó del coche mientras le hacía gestos de que le disculpara y él le señaló al bolso, pidiendo un cigarro de consolación – Sí … no, espera un segundo. Toma, guárdamelo – le acercó el bolso y se acercó a la cuneta para seguir la conversación.
Él intentó encenderse el cigarro y al final cogió la colilla humeante que ella había dejado atrás, encendió su cigarro y se apoyó en el coche. La miró a ella, tapándose con una mano la oreja izquierda para oír mejor. Miró hacia la izquierda, buscando el coche que habían dejado más apartado entre los primeros árboles de un pinar. Lo encontró, bamboleándose, no muy lejos. De hecho, pensaba, nunca sería demasiado lejos, así que retiró la vista, sacó su propio móvil y miró la hora, pero para cuando el teléfono había vuelto al bolsillo, ya se le había olvidado, así que repitió la operación y se aseguró de recordar que habían pasado 16 minutos desde que habían empezado. Hacía media hora, él y su amigo, se habían parado a descansar de su viaje y las conocieron. La verdad es que no estaba seguro de cómo se le podía a alguien hacer este tipo de cosas, pero una vez que la lanzada no le había escogido y la comprometida no tenía planes de quebrar sus imaginarios votos, la idea no le parecía tan alocada.
Vio cómo ella se quitaba la mano de la oreja y bajaba el móvil mientras caminaba otra vez hacia él.
Perdona…
Faltaría – le devolvió el bolso y miró al suelo de nuevo. Después de un segundo, volvió a mirarla y ella le estaba pidiendo el cigarro para encenderse el suyo. Cuando lo hizo, la miró y habló. – Entonces, ¿cómo te llamas? Vamos, para presentarnos correctamente.
A buenas horas – sonrió – Laura, ¿y tú?
David – se quedaron un segundo parados, sin hacer nada, como si estuvieran asimilando información importante -. Bueno, encantado – se acercó para darle dos besos y ella hizo lo mismo.
Ella volvió a mirar el móvil.
¿Crees que ha llegado ya el momento en que fijen estar follando pero no lo hacen, sólo están haciendo tiempo para tocarnos los huevos?
No te diré yo que no… ¿vosotras tampoco tenéis prisa?
Si la teníamos, ya no la tenemos – tiró el cigarro, dejó el bolso un momento sobre el coche y se colocó el pelo. Él la miraba y no es que no disfrutara.
¿Vamos a ver qué hacen?
¿En serio? – puso cara de no estar muy convencido.
Que sí, vamos, que fijo que ya nos están vacilando.
¿Y si no? – ella le miró a los ojos, desvió la mirada hacia un lado y le volvió a mirar.
Pues les cortamos el rollo… a no ser que seas un vuoyer o cómo se diga – él se rió y vio la oportunidad de intentar jugar a ser ella.
¿Tú eres?
En esto no me ganas… pero me da igual que no me respondas, no tienes pinta – él puso cara de incredulidad.
¿Ah, sí? ¿Y qué pinta tienen?
Yo que sé… ¿tú crees que tengo pinta de sadomaso?
¿Qué? – ella se sonrió.
Me refiero a que no sé cómo son, no creo que sean distintos, es la sensación.
Y qué sensación te doy, ¿buena?
Mala no, ¿y yo a ti?
Mala no - se rió y ella le volvió a dar en el brazo. Él hizo el gesto de que le había dolido el golpe, pero lo cierto es que más le gustaba el contacto que le dolía.
No vale repetir respuesta de mierda, búscate otra.
Siguieron riendo y compartiendo sus miradas hasta que un sonido terminó con el momento. El coche alejado, arrancó y se acercó hasta ellos, deteniéndose junto al que les había servido de apoyo la última media hora. De él bajaron dos jóvenes, con cara satisfecha, sonrientes.
Ya era hora – dijo él.
¡Eso, maja! – ella se unió a su reprimenda – ¡que ya no sabíamos qué hacer!
Haber hecho lo que nosotros – contestó la chica, que se quedó apoyada en el techo del coche con la puerta por la que había salido abierta.
Ya sabes…
Ya, que sí, vamos – le señaló el coche – que ya va siendo hora de irse.
El chico se había acercado a su compañero tras bajar del coche y con todo tipo de gestos dejó claro que su sacrificio no había sido en vano y después habló.
De todos modos, a tu amiga le habías dejado lo malo – comenzó a reírse mientras su amigo ponía cara de disgusto mezclada con una pizca de pasotismo.
Será que tiene mala vista – la otra chica cerró la puerta y le señaló.
¡Pero qué dirás, tengo muy buena vista! – agarró a su amiga por la cintura y continuó hablando mirándola directamente – Yo le había dejado a ella el que era más de su tipo, a mí me daba igual cualquiera.
Todos se rieron menos el chico que cambió su cara de satisfacción por una de sorpresa y después por una de indiferencia.
El caso es que yo he pillado – y comenzó a reírse mientras abría la puerta del conductor del coche que llevaba parado un tiempo – y nosotros tendremos que irnos también, digo yo.
Él se acercó a ella para despedirse.
Bueno, Laura, un placer…
No tanto como el de ellos – pareció completarle la frase y ambos sonrieron. Después se dieron dos besos y se quedaron un segundo parados hasta que él habló.
Por cierto, toma mi número de móvil.
¿Para?
Ya sabes, por si necesitáis indicaciones – sonrió.
Ja ja ja, me parto – parecía no haber encajado bien la broma, pero en el fondo no le importaba.
Pues eso… - sus palabras se interrumpieron por pitidos que venían de ambos coches y él hizo un gesto de calma mientras descartaba de su mente un “¡Pero vamos!”. Ella se acercó por última vez y le habló al oído.
Por cierto, sí hubiera querido – y se metió en el coche con su compañera. En el breve camino, miró hacia atrás buscándole y él sonrió y se sonrojó. Cuando se marcharon, agitando su mano en despedida, él soltó un suspiro.
¿Vienes o qué?
Qué sí, coño, pesado, ya voy.
Se metió en el coche, arrancaron y, mientras esperaban a incorporarse a la autovía, sintió vibrar el bolsillo de su pantalón. Por lo menos, algo había conseguido.

P.D.: igual rellenando y metiendo más diálogo aquí y allá, podría quedar como un corto guapo. Pero yo qué sabré. Además, tengo la ventaja de haberlo imaginado en mi mente.

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