Microrrelatos (I)

Voy a colgar pequeñas cosas que me he encontrado por el disco duro haciendo limpieza y ordenando, cosas que, bueno, más o menos viejas, más o menos buenas, tienen un cierto significado para mí. Empezaré con microrrelatos (qué mal queda la palabra así junta... me encanta).

DESPERTARES
Cuando suena la alarma es como si se quemara la nube del cielo en la que duermo con mi ángel. En ese momento nos volvemos el uno al otro, aún sin abrir los ojos que, perezosos, aún tardarán en despertar. Nos tocamos, nos abrazamos, nos sentimos, sentimos que estamos allí, juntos, aunque, por lo menos uno se tenga que marchar. Un ronroneo rodeado de lamento sale de mis labios lentamente, mezclando un “no” con un “mmm”. Pero, al final, siempre acaba llegando el momento en que se marcha, el momento en que nos besamos y sale hacia la gélida realidad de la mañana en su habitación. Apenas puedo abrir los ojos pero, con la luz del baño, es suficiente para verla marchar. Cuando se levanta la cama se llena de vacío y yo lo espanto rellenándolo, solidario, con todo mi cuerpo extendido en noventa centímetros de sueños. Doblo las rodillas, estiro las piernas y me acomodo en el colchón mientras oigo el agua de la ducha caer, como la arena de un fatídico reloj. Y cuando se termina, sé que ya falta menos para estar completamente solo. Sale de la ducha, la luz vuelve y yo me apoyo en un lado distinto del cuerpo por tercera vez en un minuto, buscando una posición que no existe en la que mis brazos no me molestan y el hombro no me duele tanto. Mientras se viste la miro con los ojos un poco más abiertos pero con el mismo sueño de las siete y media y espero a que vaya a desayunar para volver a cerrarlos por completo. Son cinco minutos, puede que un poco más, pero vuelvo a caer de lleno en los brazos de Morfeo, completamente. Así, cuando vuelve y se sienta en la cama, me sobresalto y me estremezco dentro de mi refugio.
- ¿Te habías vuelto a dormir, eh?
- ¿Yo?, qué va…
Sentada me dice lo que le depara el día y creo que lo oigo todo, porque la escucho, lo juro, pero un par de horas después, sus palabras suenan como un sueño dentro de otro.
Cuando llega la hora, nos despedimos con buenos deseos por mi parte y envidia por la suya. Y no me extraña. Al cerrar la puerta mis párpados parecen unidos por bisagras iguales y se tornan con un portazo. Después me acomodo y echo de menos su cuerpo junto al mío mientras bostezo. Parece imposible que me vuelva a volver a dormir, pero ya hay otra alarma esperándome a mí más tarde, para hacerme caer definitivamente al suelo de la realidad. Me doy un par de vueltas más usando el colchón como muelle y dejo que mi boca abierta lo diga todo contra la almohada. Va a ser un duro despertar.

2 comentarios:

  1. Ohhhh, qué descubrimiento, esta faceta tuya como autor de relatos de realidad cotidiana... Ahora mismo lo cuelgo como leído en el ploj (y por supuesto el comentario, que no te vas a librar por ser colega. Supongo que incidiré en lo de -doblo las rodillas y estiro las piernas- a todas luces incompatible ;)

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  2. Es una sucesión de eventos, claro que no puedo hacerlo todo a la vez jajaja. Pero anotado queda: claro no había quedado del todo. Mira que tiene el texto años...

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