... en el cuarto de baño. Su mirada estaba perdida y su mente en otro sitio. No sabía que había pasado pero sabía que había pasado algo. Acababa de llegar del trabajo y no esperaba encontrarla allí. Me gustaba la idea de que estuviera, pero me disgustaba no saber porqué no estaba en trabajando en el hospital, como siempre.
- ¿Cómo así estás en casa? - Le dije. Pero ella seguía mirando al suelo, con sus ojos en un lugar lejano, con la cabeza apoyada en el marco de la puerta y sin decir nada.
- ¿Cariño? - Insistí pero, viendo que no respondía, dejé el maletín en el suelo, me acerqué y me agaché a su lado - ¿Cariño? - repetí, esta vez tocando su brazo - Cariño, ¿qué pasa? ¿Ocurre algo?
El aire pesaba demasiado y me aplastaba hacia ella. Le puse la mano en el hombro y, súbitamente, movió su cabeza con un giro de cuello que llevó sus ojos a los míos. El instante fue eterno, infinito. De pronto, advertí que sus ojos cambiaban, se metamorfoseaban: Una fina capa de líquido empezaba a cubrir toda su superficie y, cuando todo iba a desbordarse, se desbordó.
Me abrazó llorando durante demasiado tiempo. No podía abrir la boca por algo opresor. Ella tampoco. Cuando ya no había más que vomitar, las puertas se cerraron para nosotros y nos quedamos solos y en silencio, sin nada más que nosotros mirando a la alfombra.
- No quiero morir. - Y eso fue suficiente para que yo quisiera estar muerto.
- ¿Cómo así estás en casa? - Le dije. Pero ella seguía mirando al suelo, con sus ojos en un lugar lejano, con la cabeza apoyada en el marco de la puerta y sin decir nada.
- ¿Cariño? - Insistí pero, viendo que no respondía, dejé el maletín en el suelo, me acerqué y me agaché a su lado - ¿Cariño? - repetí, esta vez tocando su brazo - Cariño, ¿qué pasa? ¿Ocurre algo?
El aire pesaba demasiado y me aplastaba hacia ella. Le puse la mano en el hombro y, súbitamente, movió su cabeza con un giro de cuello que llevó sus ojos a los míos. El instante fue eterno, infinito. De pronto, advertí que sus ojos cambiaban, se metamorfoseaban: Una fina capa de líquido empezaba a cubrir toda su superficie y, cuando todo iba a desbordarse, se desbordó.
Me abrazó llorando durante demasiado tiempo. No podía abrir la boca por algo opresor. Ella tampoco. Cuando ya no había más que vomitar, las puertas se cerraron para nosotros y nos quedamos solos y en silencio, sin nada más que nosotros mirando a la alfombra.
- No quiero morir. - Y eso fue suficiente para que yo quisiera estar muerto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario